Era el último gran partido del Xerez en esta histórica temporada en Primera. El Xerez en el Nou Camp. Impensable hasta hace no mucho y toda una realidad el pasado sábado. Me gustó mi equipo (los dos lo son, pero en este caso hablo del azulino). Le echó cara, como hace siempre el Xerez desde que está Gorosito de entrenador y perdió porque delante suya estaba el mejor conjunto del mundo.
A estas alturas del campeonato uno ya empieza a echar la vista atrás y a pensar en lo rápido que ha pasado esta Liga por eso de que hay mundial este año y el campeonato acaba en mayo. Y uno recuerda ese primer partido ante el Mallorca una tarde calurosa de agosto en El Rubio, con todo el bar repleto de gente y ese cosquilleo en el estómago por ver a tu equipo en la máxima categoría; en el tiempo que se ha perdido con Ziganda; en aquellos puntos que se nos han escapado tan tontamente y que ahora nos estarían dando más vida; en el error de no renovar a Esteban cuando se debería de haber hecho...
Del partido ante el Barça me quedo con eso, de que el Xerez jugó en el que para mí es el estadio más bonito del mundo, y, sobre todo, ese pedazo de gol de Bermejo (ya tendrá el cántabro algo que contarle a sus nietos) y esos diez minutos en los que el Xerez dominó a un Barcelona más pendiente del Inter que del equipo de Gorosito.
A siete puntos de la salvación, y a estas alturas, solamente queda rezar para que Souza empiece a mover ficha para que el Xerez pueda hacer un gran equipo que le sirva para luchar por volver cuanto antes a Primera.
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